Cuando pensamos en la gastronomía asturiana, enseguida vienen a la mente la fabada, la sidra y, por supuesto, el célebre cachopo. Pero hay un plato que, lejos de los focos mediáticos, se ha consolidado como un auténtico tesoro para los paladares locales: el arroz con pitu.
El pitu no es otro que el pollo de corral, aunque no cualquier pollo. Hablamos del pitu de caleya, el auténtico pata negra de los pollos. Estos animales se criaban en libertad, paseándose por los caminos rurales (caleyas) y alimentándose de forma natural. Su sacrificio estaba reservado para ocasiones especiales, lo que convertía cada bocado en una celebración.
El arroz con pitu es mucho más que un simple plato, es la perfecta representación de la cocina asturiana: respeto por el producto, paciencia en el guiso y un resultado que reconforta el alma. El secreto está en el caldo, resultado de cocinar lentamente el pitu junto con verduras y especias, logrando una base rica, untuosa y llena de sabor. Este caldo se une al arroz, que absorbe cada matiz, creando un plato donde cada grano cuenta una historia de tradición y autenticidad.
¿Y por qué es tan desconocido fuera de Asturias? Quizá porque el arroz con pitu es un plato que se comparte en casa, que se reserva para momentos especiales y que forma parte del día a día de los asturianos de forma casi íntima. Sin embargo, quien lo prueba por primera vez, se lleva una grata sorpresa: un plato sencillo en apariencia, pero cargado de personalidad y sabor.
En nuestro restaurante rendimos desde hace tiempo homenaje a esta joya gastronómica. No solo porque es un plato exquisito, sino porque representa lo mejor de nuestra tierra: el amor por lo auténtico y la tradición que perdura.
¡La próxima vez que nos visites, pídelo! No te arrepentirás 😉